Honrando la dramaturgia venezolana (I de II)

Honrando la dramaturgia venezolana (I de II)




Por Joaquin Lugo



El Festival Teatral del Autor (FESTEA) subió nuevamente el telón para seguir apoyando a agrupaciones de jóvenes que deseen presentar algún trabajo sobre de la dramaturgia del autor o autores homenajeados en cada año. La edición 2010 fue denominada: Tetralogía del Teatro Venezolano porque se escogieron a cuatro escritores reconocidos, como son: Román Chalbaud, José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón y César Rengifo. Cada uno en su estilo ha dejado huella en el quehacer teatral del país.



Durante la muestra, las agrupaciones representaron principalmente textos de Chocrón y Rengifo, y tuvieron como compañía a otros grupos invitados con piezas de otros autores. Entre los participantes, el colectivo de docentes especialistas del Distrito Capital presentó: Sin César las mujeres, un collage de piezas de Rengifo, dirigido por Somar Toro y Glener Morales. La escogencia de varias piezas y con un nutrido elenco desvío la atención en detrimento de los textos debido a que la representación de pocas escenas hace que el argumento de cada uno sea incomprensible para el público, a menos que se haya leído con anterioridad. Además, esto alarga la obra y, más allá de un homenaje al autor, no pone en claro las intenciones de los directores. En las actuaciones, destacan Lisa Ramsey por la forma y voz negroide con que interpreta a Guiomar y Julio Hidalgo por la fuerza en intenciones que ofrece como el Capataz. Ambos participan en la parte de Los hombres de los cantos amargos, que es la mejor lograda del espectáculo. Sin escenografía y con un apropiado diseño de vestuario, sin bien la realización del mismo no se percibe apropiada, la música en vivo que dirige Joel Acosta es la mayor virtud del trabajo por las atmósferas que obtiene.



Horus Teatro, ganadores del año pasado, llevaron a escena: Tric trac de Chocrón, dirigida por Jaime Feliú. El texto, en el que un grupo de jóvenes numerados del 1 al 10 practican juegos físicos, de rol, de política y de poder, fue montado con una estética Hip Hop. Este estilo urbano se percibe pertinente para actualizar la forma visual de la pieza y, en especial, para reflejar a uno de los grupos más representativos de jóvenes que ahora pululan por las ciudades del mundo. La escenografía, diseño de Feliú y María Fernanda Burbano, está constituida por un andamio en el centro, junto a un gigantesco objeto en forma de trapecio a la izquierda y dos barriles metálicos a la derecha. El espacio de juego está rodeado de avisos que advierten: No pase. El diseño de vestuario de Burbano mantiene el blanco y el negro como base con zapatos coloridos. En fin, todo lo visual compagina de manera clara dentro de la propuesta, al contrario de las actuaciones. Salvo la eficacia de Orlando Alfonzo como Uno (1) y la vivacidad, intensidad y matices de Stephania Nevado como Dos (2), el resto del elenco es muy desigual, algunos menos intensos, otros sin la presencia escénica necesaria debido a que no aprovechan sus momentos. A pesar de esto, la dirección logra acoplarlos cuando el texto lo requiere, mantiene el ritmo y propone una distribución equilibrada sobre el escenario. Por otro lado, quizás se lograría más si los personajes adquieren la energía que el Hip Hop posee. En definitiva, un trabajo con consecuciones y desavenencias.



Umbrella Teatro representó: La revolución, escrita por Chocrón, con puesta en escena de Paola Tequia y dirección artística de Eliakins López. Este trabajo se percibió como el más débil de todo el festival. La versión llevó la pieza a cuarenta y cinco minutos de duración, y no logra mantener la esencia del texto completo. El argumento pone en escena a Eloy, administrador y manager de Gabriel, un homosexual que hace shows nocturnos para vivir, pero este trabajo cada vez es más decadente y la dominación que Eloy ejerce sobre Gabriel está despertando una revolución en él. La dirección desvirtúa la relación de los personajes, con mayor incidencia, en los shows que hace Gabriel que se convierten en un simple doblaje de canciones de moda y un travestismo excesivo sin captar la esencia del personaje. La baja calidad de la producción en escenografía y en la vestimenta de Eloy contrasta con la bata, vestidos y pelucas de Gabriel, dando más importancia a la apariencia, a lo externo que al requerimiento interno de las actuaciones, lo que se deteriora aun más por la inserción de chistes y frases que no están en el texto original.



El grupo Pasión y Escena realizó el montaje de Alfabeto para analfabetos, también de Chocrón, dirigida por Royerliz García. El argumento, con evidentes influencias del teatro del absurdo, presenta a varios personajes que se disponen a mostrar las virtudes y defectos de cada una de las letras del alfabeto. Esto es complicado, ya que el texto ha envejecido y se siente muy largo, si bien García logra buenos momentos en su intento por mantener la atención del público. La distribución espacial, las canciones en vivo y la forma de presentación de cada una letras son las propuestas más claras de la dirección, sin embargo debe cuidar más la dicción, el manejo de los matices e intensidad de los actores. De igual forma, debe estar atenta al diseño de vestuario que, aunque sea creación colectiva, debe expresar algo y al uso equilibrado de los elementos escenográficos, ya que solo se usa una de las cajas que estaba en escena con las vocales. Pese a esto, la escenografía de José Ángel Arvelaiz refleja la intención del texto y actoralmente, la misma Royerliz García da veracidad y frescura al personaje Fifa, mientras que Gabriel Ceballos posee mucha energía y expresividad vocal y corporal como Teo.



El grupo de teatro de la UNESR, núcleo Palo Verde, presentó: Ausencias presentes, un compendio de los cuatro autores, dirigido por Nino Villezuá. Se presentaron poemas de Rengifo, una escena de Cantata a Chirinos de Chalbaud, una versión de Simón de Chocrón y dos escenas de El día que me quieras de Cabrujas. Como ya comenté en la primera obra, el homenaje a los autores es evidente, pero lo abultado del espectáculo y la escogencia de piezas de temática distinta, en este caso, hizo que no se mantuviera el ritmo y, por ende, perdida del interés a lo largo del trabajo. La forma en que se trabajaron los poemas de Rengifo con el acompañamiento musical crea una atmosfera propicia para la lírica pero requiere mayor intensidad vocal y manejo de los matices por parte de los intérpretes. Cantata a Chirinos es el momento más eficaz de la totalidad del trabajo gracias a la actuación de Mariangel Moreno y el carácter ritualista que adquiere la escena. Simón es el segmento más débil debido a que se pretende presentar toda la obra en una versión reducida que, acompañado por una falta de conexión entre los actores y entre éstos y su interpretación, rompe con la premisa del texto. Al final, la parte escogida para ser representada de El día que me quieres muestra pero no cierra el concepto de la obra, aunque la actuación de Indira Bravo es pertinente. Más allá de los fallos, este trabajo alcanza un poco más de nivel debido a la acertada selección musical de Juan Luis Escobar.



Estos son apenas las primeras impresiones del Festea. En una segunda entrega, escribiré acerca de otros grupos participantes con obras de los cuatro autores homenajeados y otras agrupaciones invitadas.





Tomado de la página del celcit.org.ve.

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